La gente perfecta es repelente. Si fueras una santa estarías
en los altares y no en el salón de tu casa. Perdónate, sé tan buena contigo
misma como tú eres con quienes más quieres. Sé tu mejor amiga y date consuelo
cuando te sientas triste o avergonzada por algo que hayas hecho o dicho. Piensa
cómo podrías haberlo hecho mejor y qué has aprendido de esta situación. Paga
una sola vez por tus errores. No te engañes, martirizarte por ello no te hace
mejor persona, no soluciona el problema ni es un consuelo para la persona que
hemos afectado. Es sencillamente un sufrimiento inútil.
Existe un truco para cuando metemos la pata, rebobinar.
Siempre puedes decir: “¡qué mal ha sonado eso que he dicho! Rebobino, como si
no te hubiese dicho nada ¿vale?” Y empiezas de nuevo. También puedes decir,
“creo que no voy bien, empiezo de nuevo”, e imaginariamente pasar la cinta
hacia atrás. Vuelves a colgarte el bolso, el abrigo, sales por la puerta y
entras de nuevo como si fuese la primera vez que lo haces (si eso fue lo que
ocurrió inmediatamente antes de meter la pata.
El sentido del humor es muy importante para quitarle hierro
al asunto, y liberar tensiones.
Discúlpate pero no te pases pidiendo perdón o convencerás al
otro de que lo que has hecho es terrible. Un “no siempre conseguimos estar a la
altura de las circunstancias, he metido la pata lo siento”, o “aunque mi
intención era buena, no lo he sabido hacer, lo lamento”, es suficiente.
EVITA DECIR COSAS COMO
Soy un desastre, no hago más que amargarte la vida, nunca
aprenderé, no sé cómo me aguantas, etc., ni te beneficia a ti ni es un consuelo
para los demás.
Si metes la pata, y no sabes cómo sacarla, siempre puedes
hacer algo para no empeorar más la cosa, dejar de meterla. Agacha las orejas y
déjalo correr, no trates de justificarte más. Un “quizás me he precipitado”
(reconociendo el error) y no volver a sacar el tema puede ser suficiente. Ya se
olvidará, pero desde luego será más difícil si no dejas el tema en paz.
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